Las armas han jugado frecuente un importante y destacable papel entre distintos pueblos antiguos, o bien, conocidos por la etnografía contemporánea. En este sentido los estudios sobre el simbolismo, especialmente el jurídico, del armamento tienen una importante
tradición en buena parte de la investigación europea –germanófona
frecuentemente-. No es extraño por tanto que el papel de la guerra y de las
armas entre celtas y germanos halla ocupado un buen numero de páginas sobre el
mundo bárbaro occidental, ya que nos permite, más allá de la pura taxonomía
funcional o ergológica, entrar en una esfera profundamente social y ligada a
usos, costumbres, y mentalidades, o al propio ethos en el que dichas
sociedades se desenvolvían.
Nuestra modesta, y breve, aportación a la problemática parte de un conocido texto clásico al que aportaremos algunos paralelos que, a nuestro entender, permitan ver la lógica en la que el rito se desenvolvía y que, asimismo, permitió sus posteriores adaptaciones, el texto es el siguiente:
Nuestra modesta, y breve, aportación a la problemática parte de un conocido texto clásico al que aportaremos algunos paralelos que, a nuestro entender, permitan ver la lógica en la que el rito se desenvolvía y que, asimismo, permitió sus posteriores adaptaciones, el texto es el siguiente:
«Llevan a cabo todos sus asuntos públicos y privados sin
despojarse de las armas. Pero tienen la costumbre de que nadie las tome antes
de que la ciudad lo haya considerado apto para llevarlas. Entonces, en la misma
asamblea, alguno de los jefes, o el padre o los parientes arman al joven con el
escudo y la «frámea»: ésta es para ellos su toga, éste el principal ornato de
su juventud. Hasta ese momento se les considera parte de la familia; a partir
de ahora, parte de la Ciudad » (Tac. Germ.
XIII.1)
El importante papel del armamento es señalado asimismo por el autor en
otros párrafos, como cuando cuenta que no solo la entrega de las armas daba al
joven la capacitación para formar parte de pleno derecho de la Asamblea tribal
sino que, incluso, el propio método de votación que se seguía en esta consistía
en la aclamación agitando las armas por parte de los presentes (Germ XI.
6). Asimismo nos relata la especial vergüenza que suponía para un germano la
perdida del escudo en la guerra, la cual desembocaba comúnmente en el suicidio
(Germ VI.6). El último termino el ritual de investidura de las armas
parece reducirse a un mínimo común denominador previo, y bien conocido, la
necesidad de portar armas por parte del joven para ser considerado entre los
adultos, algo fácilmente explicable en una sociedad guerrera, como lo era la
germana.
2. la iuventus: guerra e iniciación y mercenariazgo
No obstante la idea de que los jóvenes no disponían de la capacidad de
portar algún durante su periodo de paso a la edad adulta contrasta con los que
sabemos acerca de los periodos liminares y entra en contradicción,
asimismo, con ciertas referencias literarias sobre los germanos. Cesar cuenta
en su Guerra de las Galia que los jóvenes germanos antes de la edad adulta
tenían como ocupación fundamental la caza y los ejercicios militares (Cesar, BG
IV. 23). La frontera y la dedicación a la caza actividad marginal y al saqueo,
frecuente en contextos iniciáticos confería a estos guerreros un status
especial separado del mundo ordinario y frecuentemente sometido a formas de
conducta y prescripciones especificas alejadas de lo cotidiano.
Dicho carácter marginal e iniciático también se observa en otro fragmento de la Germania, al describirse el voto que asumían los jóvenes catos mientras no hubiesen matado un enemigo: consistente en la prohibición de cortarse el cabello [1], así como de portar un anillo de hierro al cuello (propio de esclavo) como signos de su consagración al díos de la guerra bajo cuya protección se encontraban (Tac. Germ, XXXI. 5) [2].
El papel de la muerte de un enemigo, o de los hechos de armas, como parte de la admisión de los jóvenes a la sociedad adulta aparece también referido por Paulo Diacono, que describe como el principe longobardo Alboino tras dirigir una serie de campañas contra los gépidos, en las que muerte al hijo del rey de ese pueblo, solicita a su padre el que le deje formar parte de su mesa, a lo que este objeta que antes debe recibir las armas de un rey extranjero (Hist. Lang. I. 32). La admisión como compañero de mesa (Tischgemeinschaft) del señor [3], se equipara así dentro del comitatus al papel de integración que tiene a nivel tribal el derecho de asistir a la Asamblea (Wenskus 1961: 363 ).
El episodio de Alboino recuerda asimismo la descripción que Posidonio hace del banquete galo al destacar junto a la presencia del señor y de sus guerreros sentados a la mesa, de un segundo grupo que actúan de portaescudos (oplophorountes) colocados a su espalda (Athen. Deipn. IV. 36), lo que posiblemente refleja un status diferencial dentro de la clientela guerrera que podría indicar distintos grados -o clases de edad- dentro de ella (Karl 2005: 261), similares a lo que cita Tácito (Germ XIII.1-4) al hablar del comitatus germano (Kristiansen 1983: 51).
Otro paralelo a tener en cuenta es la costumbre en el derecho irlandés de que un señor ofreciese la panoplia básica, el gaisced (literalmente “lanza y escudo”) a sus seguidores al llegar a la edad adulta (Jackson, 1964: 18). Procopio, asimismo, nos describe con respecto a los hérulos la costumbre de que los miembros del sequito militar combatiesen sin escudo hasta que hubiesen demostrado su valor, momento en que les era entregado por su señor (Proc. Bell Pers. II. 16. 28). Dentro también del ámbito de la clientela conviene recordar también la cesión del caballo y frámea a los miembros del comitatus por parte de su patrón (Germ. XIV. 2).
Dicho carácter marginal e iniciático también se observa en otro fragmento de la Germania, al describirse el voto que asumían los jóvenes catos mientras no hubiesen matado un enemigo: consistente en la prohibición de cortarse el cabello [1], así como de portar un anillo de hierro al cuello (propio de esclavo) como signos de su consagración al díos de la guerra bajo cuya protección se encontraban (Tac. Germ, XXXI. 5) [2].
El papel de la muerte de un enemigo, o de los hechos de armas, como parte de la admisión de los jóvenes a la sociedad adulta aparece también referido por Paulo Diacono, que describe como el principe longobardo Alboino tras dirigir una serie de campañas contra los gépidos, en las que muerte al hijo del rey de ese pueblo, solicita a su padre el que le deje formar parte de su mesa, a lo que este objeta que antes debe recibir las armas de un rey extranjero (Hist. Lang. I. 32). La admisión como compañero de mesa (Tischgemeinschaft) del señor [3], se equipara así dentro del comitatus al papel de integración que tiene a nivel tribal el derecho de asistir a la Asamblea (Wenskus 1961: 363 ).
El episodio de Alboino recuerda asimismo la descripción que Posidonio hace del banquete galo al destacar junto a la presencia del señor y de sus guerreros sentados a la mesa, de un segundo grupo que actúan de portaescudos (oplophorountes) colocados a su espalda (Athen. Deipn. IV. 36), lo que posiblemente refleja un status diferencial dentro de la clientela guerrera que podría indicar distintos grados -o clases de edad- dentro de ella (Karl 2005: 261), similares a lo que cita Tácito (Germ XIII.1-4) al hablar del comitatus germano (Kristiansen 1983: 51).
Otro paralelo a tener en cuenta es la costumbre en el derecho irlandés de que un señor ofreciese la panoplia básica, el gaisced (literalmente “lanza y escudo”) a sus seguidores al llegar a la edad adulta (Jackson, 1964: 18). Procopio, asimismo, nos describe con respecto a los hérulos la costumbre de que los miembros del sequito militar combatiesen sin escudo hasta que hubiesen demostrado su valor, momento en que les era entregado por su señor (Proc. Bell Pers. II. 16. 28). Dentro también del ámbito de la clientela conviene recordar también la cesión del caballo y frámea a los miembros del comitatus por parte de su patrón (Germ. XIV. 2).
El patrocinio sobre las bandas guerreras daba lugar a la otra en la que
posibilidad era que estos jóvenes emigrasen temporalmente para integrarse
temporalmente en el sequito guerrero de un noble o rey extranjero, antes de
volver a su patria, que Tácito atribuye a los jóvenes de la nobleza germana (Germ.
XIV. 2), y que en el algunos caso como el de los longobardos pudo adquirir
valor preferencial. Al respecto es bastante ejemplificador el itinerario que se
nos muestra en el Beowulf anglosajón, el héroe acompañado de una tropa de
compañeros aproximadamente de su misma edad deja su tierra natal y se dirige a
otras tierras donde procede a saquear el territorio extraño o a buscar una
corte para ponerse al servicio de un rey (Beow. 195ss). En el caso
irlandés, el periodo de correrías que comenzaba , a los catorce años, es decir
al termino de la niñez con el periodo de fosterage (altram)[4] y finalizaba cuando el joven, retorna a
su tierra y recibe en herencia tierras con lo cual pasa a convertirse en un
hombre asentado, periodo que no obstante no concluía nunca antes de la edad de
20 años como mínimo (Mc Cone 1986: 10).
El periplo heroico de Beowulf termina cuando tras la muerte de su tío, el rey, se convierte él mismo en sucesor al trono (Beow 2200-2008). Existe un paralelismo, incluso temporal -en el caso irlandés-, y lo que Cesar describe descrive para los germanos en su De Bello Gallico cuando afirma que sus muchachos no solían casarse, por prescripción de sus costumbres, antes de los veinte años: «Intra annum vero vicesimum feminae notitiam habuisse ». Junto a ese guerrero temporal figura, asimismo, un tipo de guerrero que prolonga el periodo liminar con todas sus características más allá de la edad convenida convirtiéndose en un profesional de la guerra a tiempo completo al servicio de los nobles. Tácito describe a estos guerreros como una especie de elite militar que goza de gran prestigio (Tac. Germ XXXI. 5) a costa, no obstante, de mantener en sus signos (Tac. Germ. XXXI.4) y en sus actos la marginalidad iniciática y social propia del joven. Un status peculiar que se muestra también en el mantenimiento de una forma determinada de combatir.
El periplo heroico de Beowulf termina cuando tras la muerte de su tío, el rey, se convierte él mismo en sucesor al trono (Beow 2200-2008). Existe un paralelismo, incluso temporal -en el caso irlandés-, y lo que Cesar describe descrive para los germanos en su De Bello Gallico cuando afirma que sus muchachos no solían casarse, por prescripción de sus costumbres, antes de los veinte años: «Intra annum vero vicesimum feminae notitiam habuisse ». Junto a ese guerrero temporal figura, asimismo, un tipo de guerrero que prolonga el periodo liminar con todas sus características más allá de la edad convenida convirtiéndose en un profesional de la guerra a tiempo completo al servicio de los nobles. Tácito describe a estos guerreros como una especie de elite militar que goza de gran prestigio (Tac. Germ XXXI. 5) a costa, no obstante, de mantener en sus signos (Tac. Germ. XXXI.4) y en sus actos la marginalidad iniciática y social propia del joven. Un status peculiar que se muestra también en el mantenimiento de una forma determinada de combatir.
2.1 Tipología del armamento y grupos de edad
Así pues la contradicción aparente entre el estado de cosas bélico del joven preadulto y la entrega de armas como capacitadota para la mayoría de edad puede entenderse mejor, en realidad como una dualidad de armas y formas de combatir entre dos grupos de edad. Tácito al respecto describe junto a la caballería germana la presencia de jóvenes como infantería de vanguardia lanzando armas arrojadizas (Tac, Germ. VI.1-3). El dúo framea y escudo aparece vinculada a un tipo de guerreros preciso, el ejercito regular, mientras que los jóvenes son caracterizados por el uso armas arrojadizas, el hecho de que los primeros usen del combate cuerpo a cuerpo y los segundos a distancia indica quizás en que estamos ante una dualidad tecnológica en cuanto al tipo de armas.
El combate más informal, si se nos permite la expresión, de lo iuvenes germanos recuerda también al los gaseati galos cuerpo de elite formado por jóvenes guerreros que combatían en las primeras filas frecuentemente desnudos y armados con armas ligeras como la lanza arrojadiza (gaesum) que les daba nombre (Pol. II. 28. 3; 29.7-8). La desnudez dejaba expuesto el cuerpo[5], y constituía en cierta forma de temeraria exhibición del valor, que el joven debía demostrar para integrarse en el mundo adulto, y en ese sentido puede compararse con la ya citada costumbre herula de combatir sin escudo.
Los datos arqueológicos muestran en el área germana un panorama que concuerda claramente con el descrito por Tácito y permite precisar la naturaleza del armamento diferencial descrito en el ejército germano. Las necrópolis muestran un claro predominio de las puntas de lanza en las tumbas en las tumbas, y una ratio muy limitada de espadas, de la que se infiere el carácter de arma reservada a un grupo muy limitado de la población. Ello llevo a Schindler a plantear ya hace algunos años la presencia de una distinción social dentro del grupo de los guerreros entre "portadores de lanza" (Lanzeträger) y "portadores de espada" (Schwertträger) (Schindler 1971: 43-82).
Los análisis osteológicos permiten comprobar
que indistintamente dentro del grupo de los portadores de espada, esta arma
aparece únicamente asociada a adultos de cierta edad, que por otro lado suelen
además mostrar una panoplia completa, mientras que las puntas de lanza en
esclusividad o junto con escudo se asocian a individuos más jóvenes (Steuer
1982: 205) ello supone que los sujetos que portan espada fueron lanceros
durante su juventud, y que asimismo la espada como arma de prestigio se
encuentra limitada a un grupo de elite y dentro de estos a individuos de una
determinada clase de edad (Steuer, 1982: 206ss). Lo cual prefigura lo que
encontramos entre algunos pueblos germánicos históricos, como la división por
grupos de edad entre iuvenes (geogud) y seniores (dugud) dentro
del ejercito anglo-sajón (Davidson 1989: 16) o entre los daneses según
la descripción de Saxo Gramático (Hist. Dan.VII).
Un fenómeno peculiar es la presencia de ajuares guerreros incompletos, es decir formados por un solo ítem (puntas de lanza, espuelas, escudo, o vaina sin espada) (Hachman 1956: 15) lo cual nos permite observar de manera metonímica el protagonismo de de las distintas formas de combate (infantería, caballería, etc.) en la definición de la personalidad social de sujeto[6]. La presencia del escudos aislados o de ajuares con solo lanzas podría interpretarse como definidora de dos tipos de status y clase de edad, y vendría a explicar, también, en cierta forma el valor aparentemente exagerado que se daba a la perdida del escudo (Germ. VI. 6), ya que esta supondría una especie de negación in terminis de un estado adquirido a través del valor en la guerra y escenificado en la ceremonia de paso a la edad adulta. Y, por tanto, una contradicción con los valores que definían al sujeto en la sociedad germana.
La entrega de las armas no constituye, por tanto, en realidad, o exclusivamente, una capacitación del joven como soldado sino un signo a través del que se define la condición y el status que ha adquirido dentro de la comunidad, como guerrero y como hombre: su paso a la condición de adulto a través del tipo de armamento que le distingue del de los jóvenes en periodo de transición, y que presupone una organización militar basada en clases de edad.
3. Entre Hallstatt y La Téne, Vieja y Nueva Clientela: El emerger de la Gefolschaft
Esta dicotomía entre la espada y la lanza se puede rastrear ya hacia atrás a las fases iniciales de la Edad de Hierro Centroeuropea. Durante la época de Hallstatt se aprecia una presencia muy limitada del uso de la espada, la diferencia con respecto al mundo germano contemporáneo de Tácito, o al horizonte Lateniano, en la mayor escasez relativa de este ítem. La espada ha sido definida junto con el túmulo como el gran elemento de prestigio ideológico de las Jefaturas de Hallstatt, ya que asimismo al igual que la espada el túmulo monumental se encuentra limitado a un grupo muy limitado de la población que concentra el poder, una elite constituida por jefes con incipientes clientelas militares.
El túmulo típico de Hallstatt será el que al rededor de si tenga dispuesta una serie de tumbas de individuos pertenecientes al grupo familiar del noble-jefe enterrado, y de sus seguidores caracterizados por la posesión de puntas de lanza en su ajuar, que en algunos casos pudieron seguir como totenfolge a su señor al más allá, como evidencia el gran túmulo de Magdalenesberg (Kristiansen 1998: 365) o la presencia ocasional de fenómenos paralelos en algunos túmulos como Homichhele con un individuo de sexo femenino junto al muerto (posiblemente la viuda) (Kristiansen 1998: 365).
Este panorama cambio a partir de la transición entre Hallstatt D3 y La Téne A, cuando el comercio entre el Mediterráneo y el Centro y Norte de Europa perdió pujanza, lo cual afecto a la “economía de bienes de prestigio” desarrollada por las jefaturas hallstáticas. Se ve a partir de entonces una decadencia del núcleo de Hallstatt y un papel más activo de las zonas periféricas de su interland al mismo tiempo que el registro funerario cambia dando lugar a sepulturas más modestas pero con una presencia mayor de elementos de prestigio, armas y otros elementos relacionados con la guerra, como el carro de combate, lo cual denota el papel de aristocracias más amplias emergentes que vinieron ocupar el lugar de los jefes hallstáticos. En este contexto las instituciones de dependencia personal que observamos en torno a las jefaturas de Hallstatt C antes bien que desaparecer cobran un nuevo protagonismo, se flexibilizan, convirtiéndose en el elemento fundamental en la lucha por la competencia social entre las elites.
La capacidad de atraer una clientela numerosa entorno a si se convierte en un factor decisivo en el juego político, lo cual redunda en una mayor movilidad física, más allá de la frontera tribal, o social de los jóvenes que forman las clientelas guerreras. Algunos autores como Nash han planteado un precedente atenuado de esta movilidad durante el periodo hallstático en base a una posible relación de mutualidad entre el centro alpino y su interland centroeuropeo -la zona nuclear posteriormente de La Téne A- en la que cada uno jugaría el papel de atractor y suministrador de mercenarios (Nash 1985: 50-52).
El sistema de mercenariado extensivo supone una separación del concepto tribal tradicional de guerra hacia una nueva concepción diferente en la línea que señala Schlesinger al oponer un tipo de guerra basado en la Gefolschaft a otra basado en el principio tribal (Stammenkrieg) lo cual influye en el propio concepto de poder político (Schlesinger, 1963: 67-68). Lo cual explicaría la rápida transición y aceleración de la dinámica en torno al sistema de clientela militar que nos describe Polibio (Pol. XVII.12) y que luego encontramos más tarde en el mundo de los oppida galos donde nobles como Dumnorix basan buena parte de su ascendiente entre las elites tribales en la presencia de amplios ejércitos de seguidores (B G. I. 18).
El punto culminante de todo este proceso posiblemente deba ser fijado en un hecho novedoso y sin precedentes que eclosiona en una franja temporal muy concreta en torno al s. IV y III, esto es la exportación de grupos de mercenario centroeuropeos al Mediterráneo. El primer testimonio tenemos que situarlo en el reclutamiento bárbaros realizado por Dionisio de Siracusa (Diod. XIV.75.9), y tendrá continuidad durante época helenística. La presencia y el retorno de estos mercenarios a sus lugares de origen no dejo de tener su efectos en la propia organización militar con el trasplante de un modelo de formación que imitan los mediterráneos, por parte de los galos y que Tácito nos describe en su versión germana (Belbrück 2000: 36). El nuevo sistema parece que tuvo una difusión relativamente rápida entre la periferia germana.
Así se ha interpretado efectivamente las armas del deposito votivo de Horjtspring en la Isla de Als (Dinamarca) fechado de entorno al año 350 a. C [7]. La comparación en base al utillaje militar de Hortjtpring con el deposito Smørumove, datado en el Bronce Final, permite observar la profunda transformación en las formas de combatir (Ransborg, 1993: 50-51) que se da durante ese periodo, viéndose la sustitución de una forma de guerra más simple donde predomina el combate singular de una elite y una infantería indiferenciada de lanceros por otro donde se hace un uso consciente de las distintas posiciones y una especialización del combate (Ransborg 1993: 58). No obstante la reducida escala de las unidades militares supone una diferencia con respecto al modelo ortodoxo mediterráneo, donde prima el grupo compacto y el uso de la lanza larga [8]. El limitado numero de guerreros sugieren que la única forma mayor de agrupación militar sería la mera suma de pequeños ejércitos, solo ejercible a nivel tribal, una imagen que es muy coherente con la descripción del comitatus germano y con contextos marginales derivados de la Edad del Hierro, como el de los fianna irlandeses. La influencia del mundo galo lateniano [9] tiene su correlato lingüístico en el peso de ciertas coincidencia en buena parte del vocabulario institucional germano con voces célticas, significativamente centradas en el campo del poder o de lo militar (D´Arbois de Jubaiville 1891; Schmidt 1986: 231-247)[10].
Kuhn defendió asimismo la adscripción céltica del complejo comitatus-Gefolschaft a si como a algunos elementos asociados a él como el juramento y la devotio (Kuhn 1956: 78). Al respecto es interesante constatar la presencia en tumbas de latenienses de un segundo enterrado posiblemente vinculado a estos fenómenos de devotio[11]La situación periférica de lo germano hizo que el papel de las instituciones de clientela que cristaliza entrono a la inicios de la 2ª Edad de Hierro, conservaran mejor su facies primordial, mientras que en el propio mundo galo esta se había visto profundamente alterada (Daudigney, 1979: 166-167) por la propia evolución de aquel hacía una sociedad protourbana, la de los oppida[12] (Crumley 1974). Se ha incidido en el papel de la Edad del Hierro como periodo de transición entre una sociedad tribal basada en vínculos de parentesco y sociedades de “estado arcaico” donde cobran mayor protagonismo otro tipo de elementos -como los vínculos de dependencia- en la configuración del poder de las elites locales (Hess, 1977: 770-1).
En ese contexto el rito descrito por Tácito cobra especial énfasis pues permite observar uno de esos campos en que lo nuevo se superpone a lo anterior y aun se expresa a través de su simbolismo para evitar la disonancia. Ello nos lleva al papel que Tácito otorga al parentesco en el rito y sus relaciones con las formas de clientela.
4. Las armas y el rito: Adopción, fosterage, parentela y clientela
Tácito refiere la presencia de tres posibles categorías de sujetos como actores del ritual: el padre, un pariente o un noble sin parentesco necesario con el joven.. El hecho de que Tácito oponga la admisión en la familia a la admisión en la comunidad (civitas) tribal, parece afianzar la idea de que el joven quedaba investido en ese momento de un estatus de igualdad jurídica con su progenitor, y por tanto emancipado de aquel (Wenskus, 1961: 362). En este sentido las armas actúan como “initiation gifts” es decir objetos que durante el rito de paso actúan como símbolos que definen el nuevo status del sujeto (Lincoln 1977: 150-151) y cuya cesión por el padre al hijo supone en cierta forma la transmisión de una serie de derechos que aquel ya poseía como miembro del grupo.
Una curiosa evolución de dicho principio es la que Gregorio de Tours refiere al describir la transmisión del trono franco a Childeberto por parte de Guntramo mediante el gesto de entregarle una lanza: «Posthaec rex Gunthramus data in manu Childeberti hasta, ait, hoc est iudicuum quod tibi omne regnum deum tradidi» (Greg. Tur. Hist. Franc. VII. 33). En otras legislaciones medievales tenemos constancia de la costumbre de “regnum cum dominica hasta tradere” (Grimm, 1995:225) de igual manera que igualmente, en otras ocasiones, se da el acceso a la realeza a través de la cesión al nuevo gobernante de la espada como símbolo del gobierno sobre el territorio: «est enim consuetudo curiae, ut regna per gladium, provinciae per vexillum a principe tradantur vel recipiantur» (Grimm 1995: 230). Más allá del valor o prestigio como denotador de status y condición del sujeto se da aquí con relación al rol del arma, un segundo aspecto que prolonga su papel en el ritual hacia un nuevo campo de acción, como es el de aquellas ceremonias destinadas a expresar palpablemente abstracciones jurídicas (Chassan, 1841), relacionadas en este caso con el concepto de "sucesión" o “legitimidad”. En los que el arma no actua ya meramente como símbolo de la “acción” (símbolo activo) sino que adquiere un papel propio como expresión del poder (símbolo objetivo) (Chassan 1841: 105).
El arma y el propio ritual de cesión de la armas es utilizado, así para expresar efectivamente la transmisión –literal- del poder o de la propiedad dentro del grupo familiar o incluso la legitimidad sucesoria del sujeto en aquellos caso en que no era real (adopción), como en otras expreso la mera transmisión de la condición de adulto. No deja de ser significativo al respecto que traditio del reino franco al merovingio Childeberto se simultanease asimismo con una adopción por parte de su tío el rey. En cuanto a la presencia de otro pariente que no sea el padre puede parecer en cierta forma extraña o irregular, con respecto a este campo, pero no lo es tanto si pensamos en otra institución que nos describe Tácito: la existencia del avunculado entre los germanos, y su estrecha relación con el fosterage, que el autor romano no comprendiendo bien los tramites, expresa a través de la terminología de la “toma de rehenes” (Tac. Germ. XX. 5). La asociación de la práctica del fosterage a la presencia de un sistema familiar en el que se reconoce cierto papel a los vínculos cognaticios, aparece como una forma de refuerzo de las alianzas creadas con la unión matrimonial (Lallemand, 1988). Ello explica el papel peculiar que presentan algunos personajes en la épica germánica o céltica (Cu´Chulain, Beowulf); jóvenes héroes caracterizados como sobrinos[13] con una especial relación, con su tío, frecuentemente un rey (O´Cathasaigh 1986; Bremmer 1981). Y recuerda –también- algunos episodios trasmitidos por los historiadores clásicos, como la historia de Veloveso y Segoveso (Liv. V. 34. 1-4) sobrinos del rey de los bituriges enviados por aquel como colonizadores (Marco Simón 2000).
La sustitución del padre por un avunculo materno durante el rito constituiría, así pues, una buena forma de afianzar los vínculos afectivos y sociales creados durante el periodo de crianza, reforzando aun más si cabe el lazo de la paternidad ficticia o simbólica establecido a través de ella. Ello no se podría separar del propio rango por nacimiento de los participantes –tanto el receptor como del que era recibido-, lo cual entre sujetos de distinto origen daba lugar normalmente a relaciones de clientela como sucedía en algunos tipos de fosterage (Parkes, 2003: 763-767). En otras ocasiones –entre iguales- el parentesco por las armas se mostraría más “honorífico”, como sucede en el caso de Alboino, remitiendo a la misma lógica de la alianza que observamos en torno al parentesco. Los vínculos de “parentesco ficticio” (Waffensonschaft, Blutbruderschaft) en el caso de los aristócratas se convertía en una forma de establecer o afianzar vínculos de amistad, o alianza entre sujetos (Genzmer, 1938: 133), que en ocasiones irían de la mano de alianzas más o menos directas de linajes, sin que por ello se llegase a crear una relación de dependencia.
La polisemia del
sentido familiar del rito es puesta a prueba aquí para expresar a través del
imaginario del parentesco otro tipo de relaciones sociales entre sujetos. En
otras ocasiones no obstante, el rito se presentaría como una verdadera
integración de facto y directa del joven en el grupo familiar –la deriva
clientelar-, en sentido amplio, del noble que lo recibe en clientela como “hijo
ficticio” (Le Goff 1977: 381). El papel de la “adopción ficticia” del joven
guerrero por el líder como forma de entrada en el comitatus, destaca el
simbolismo implícito en la utilización del parentesco ritual para reforzar la fidelidad
(Enright 1996: 77) convirtiéndose así, finalmente, en la contraparte de la
admisión a nivel tribal del joven.
Un caso intermedio entre la clientela y el fosterage tradicional lo tenemos en algunos ejemplos irlandeses en los que el parentesco materno actúa como forma de dar un status jurídico a un joven que se encuentra privado por alguna razón de el, lo que lleva a una equiparación con la “protección”·ofrecida al cliente (Janski 1999: 3-13) El carácter clientelar de la paternidad por las armas derivara asimismo en ciertas formas de establecer vínculos de sumisión más allá ya del comitatus, entre nobles o reyes (Wenskus, 1961: 362). Como tempranamente Casiodoro nos muestra a través del ejemplo de la adopción de armas por parte de Teodorico de Rodvulfo, rey de los gépidos, a cambio –claro está- de este le prestase a su vez “obsequio et devotio” (Cass. Var. IV. 2). Una nueva evolución del rito tacitéo, para adaptarse a las circunstancias, que nos sitúan ya en el alba de las instituciones medievales. Un mismo rito para la época de Tácito; un mero hecho de derecho privado, ya sin consecuencias publicas (sin la “ciudadania” tribal de turno ), en el posterior mundo feudal. Dos etapas, en resumen, de la historia de una misma institución.
Así pues la contradicción aparente entre el estado de cosas bélico del joven preadulto y la entrega de armas como capacitadota para la mayoría de edad puede entenderse mejor, en realidad como una dualidad de armas y formas de combatir entre dos grupos de edad. Tácito al respecto describe junto a la caballería germana la presencia de jóvenes como infantería de vanguardia lanzando armas arrojadizas (Tac, Germ. VI.1-3). El dúo framea y escudo aparece vinculada a un tipo de guerreros preciso, el ejercito regular, mientras que los jóvenes son caracterizados por el uso armas arrojadizas, el hecho de que los primeros usen del combate cuerpo a cuerpo y los segundos a distancia indica quizás en que estamos ante una dualidad tecnológica en cuanto al tipo de armas.
El combate más informal, si se nos permite la expresión, de lo iuvenes germanos recuerda también al los gaseati galos cuerpo de elite formado por jóvenes guerreros que combatían en las primeras filas frecuentemente desnudos y armados con armas ligeras como la lanza arrojadiza (gaesum) que les daba nombre (Pol. II. 28. 3; 29.7-8). La desnudez dejaba expuesto el cuerpo[5], y constituía en cierta forma de temeraria exhibición del valor, que el joven debía demostrar para integrarse en el mundo adulto, y en ese sentido puede compararse con la ya citada costumbre herula de combatir sin escudo.
Los datos arqueológicos muestran en el área germana un panorama que concuerda claramente con el descrito por Tácito y permite precisar la naturaleza del armamento diferencial descrito en el ejército germano. Las necrópolis muestran un claro predominio de las puntas de lanza en las tumbas en las tumbas, y una ratio muy limitada de espadas, de la que se infiere el carácter de arma reservada a un grupo muy limitado de la población. Ello llevo a Schindler a plantear ya hace algunos años la presencia de una distinción social dentro del grupo de los guerreros entre "portadores de lanza" (Lanzeträger) y "portadores de espada" (Schwertträger) (Schindler 1971: 43-82).
Porcentagens de armas em necrópoles germanas centroeuropeas (Steuer,1982) |
Un fenómeno peculiar es la presencia de ajuares guerreros incompletos, es decir formados por un solo ítem (puntas de lanza, espuelas, escudo, o vaina sin espada) (Hachman 1956: 15) lo cual nos permite observar de manera metonímica el protagonismo de de las distintas formas de combate (infantería, caballería, etc.) en la definición de la personalidad social de sujeto[6]. La presencia del escudos aislados o de ajuares con solo lanzas podría interpretarse como definidora de dos tipos de status y clase de edad, y vendría a explicar, también, en cierta forma el valor aparentemente exagerado que se daba a la perdida del escudo (Germ. VI. 6), ya que esta supondría una especie de negación in terminis de un estado adquirido a través del valor en la guerra y escenificado en la ceremonia de paso a la edad adulta. Y, por tanto, una contradicción con los valores que definían al sujeto en la sociedad germana.
La entrega de las armas no constituye, por tanto, en realidad, o exclusivamente, una capacitación del joven como soldado sino un signo a través del que se define la condición y el status que ha adquirido dentro de la comunidad, como guerrero y como hombre: su paso a la condición de adulto a través del tipo de armamento que le distingue del de los jóvenes en periodo de transición, y que presupone una organización militar basada en clases de edad.
3. Entre Hallstatt y La Téne, Vieja y Nueva Clientela: El emerger de la Gefolschaft
Esta dicotomía entre la espada y la lanza se puede rastrear ya hacia atrás a las fases iniciales de la Edad de Hierro Centroeuropea. Durante la época de Hallstatt se aprecia una presencia muy limitada del uso de la espada, la diferencia con respecto al mundo germano contemporáneo de Tácito, o al horizonte Lateniano, en la mayor escasez relativa de este ítem. La espada ha sido definida junto con el túmulo como el gran elemento de prestigio ideológico de las Jefaturas de Hallstatt, ya que asimismo al igual que la espada el túmulo monumental se encuentra limitado a un grupo muy limitado de la población que concentra el poder, una elite constituida por jefes con incipientes clientelas militares.
El túmulo típico de Hallstatt será el que al rededor de si tenga dispuesta una serie de tumbas de individuos pertenecientes al grupo familiar del noble-jefe enterrado, y de sus seguidores caracterizados por la posesión de puntas de lanza en su ajuar, que en algunos casos pudieron seguir como totenfolge a su señor al más allá, como evidencia el gran túmulo de Magdalenesberg (Kristiansen 1998: 365) o la presencia ocasional de fenómenos paralelos en algunos túmulos como Homichhele con un individuo de sexo femenino junto al muerto (posiblemente la viuda) (Kristiansen 1998: 365).
Este panorama cambio a partir de la transición entre Hallstatt D3 y La Téne A, cuando el comercio entre el Mediterráneo y el Centro y Norte de Europa perdió pujanza, lo cual afecto a la “economía de bienes de prestigio” desarrollada por las jefaturas hallstáticas. Se ve a partir de entonces una decadencia del núcleo de Hallstatt y un papel más activo de las zonas periféricas de su interland al mismo tiempo que el registro funerario cambia dando lugar a sepulturas más modestas pero con una presencia mayor de elementos de prestigio, armas y otros elementos relacionados con la guerra, como el carro de combate, lo cual denota el papel de aristocracias más amplias emergentes que vinieron ocupar el lugar de los jefes hallstáticos. En este contexto las instituciones de dependencia personal que observamos en torno a las jefaturas de Hallstatt C antes bien que desaparecer cobran un nuevo protagonismo, se flexibilizan, convirtiéndose en el elemento fundamental en la lucha por la competencia social entre las elites.
La capacidad de atraer una clientela numerosa entorno a si se convierte en un factor decisivo en el juego político, lo cual redunda en una mayor movilidad física, más allá de la frontera tribal, o social de los jóvenes que forman las clientelas guerreras. Algunos autores como Nash han planteado un precedente atenuado de esta movilidad durante el periodo hallstático en base a una posible relación de mutualidad entre el centro alpino y su interland centroeuropeo -la zona nuclear posteriormente de La Téne A- en la que cada uno jugaría el papel de atractor y suministrador de mercenarios (Nash 1985: 50-52).
Relação entre estructura social e clientela militar na Idade do Ferro centroeuropea (Tenreiro, 2006) |
El sistema de mercenariado extensivo supone una separación del concepto tribal tradicional de guerra hacia una nueva concepción diferente en la línea que señala Schlesinger al oponer un tipo de guerra basado en la Gefolschaft a otra basado en el principio tribal (Stammenkrieg) lo cual influye en el propio concepto de poder político (Schlesinger, 1963: 67-68). Lo cual explicaría la rápida transición y aceleración de la dinámica en torno al sistema de clientela militar que nos describe Polibio (Pol. XVII.12) y que luego encontramos más tarde en el mundo de los oppida galos donde nobles como Dumnorix basan buena parte de su ascendiente entre las elites tribales en la presencia de amplios ejércitos de seguidores (B G. I. 18).
El punto culminante de todo este proceso posiblemente deba ser fijado en un hecho novedoso y sin precedentes que eclosiona en una franja temporal muy concreta en torno al s. IV y III, esto es la exportación de grupos de mercenario centroeuropeos al Mediterráneo. El primer testimonio tenemos que situarlo en el reclutamiento bárbaros realizado por Dionisio de Siracusa (Diod. XIV.75.9), y tendrá continuidad durante época helenística. La presencia y el retorno de estos mercenarios a sus lugares de origen no dejo de tener su efectos en la propia organización militar con el trasplante de un modelo de formación que imitan los mediterráneos, por parte de los galos y que Tácito nos describe en su versión germana (Belbrück 2000: 36). El nuevo sistema parece que tuvo una difusión relativamente rápida entre la periferia germana.
Así se ha interpretado efectivamente las armas del deposito votivo de Horjtspring en la Isla de Als (Dinamarca) fechado de entorno al año 350 a. C [7]. La comparación en base al utillaje militar de Hortjtpring con el deposito Smørumove, datado en el Bronce Final, permite observar la profunda transformación en las formas de combatir (Ransborg, 1993: 50-51) que se da durante ese periodo, viéndose la sustitución de una forma de guerra más simple donde predomina el combate singular de una elite y una infantería indiferenciada de lanceros por otro donde se hace un uso consciente de las distintas posiciones y una especialización del combate (Ransborg 1993: 58). No obstante la reducida escala de las unidades militares supone una diferencia con respecto al modelo ortodoxo mediterráneo, donde prima el grupo compacto y el uso de la lanza larga [8]. El limitado numero de guerreros sugieren que la única forma mayor de agrupación militar sería la mera suma de pequeños ejércitos, solo ejercible a nivel tribal, una imagen que es muy coherente con la descripción del comitatus germano y con contextos marginales derivados de la Edad del Hierro, como el de los fianna irlandeses. La influencia del mundo galo lateniano [9] tiene su correlato lingüístico en el peso de ciertas coincidencia en buena parte del vocabulario institucional germano con voces célticas, significativamente centradas en el campo del poder o de lo militar (D´Arbois de Jubaiville 1891; Schmidt 1986: 231-247)[10].
Kuhn defendió asimismo la adscripción céltica del complejo comitatus-Gefolschaft a si como a algunos elementos asociados a él como el juramento y la devotio (Kuhn 1956: 78). Al respecto es interesante constatar la presencia en tumbas de latenienses de un segundo enterrado posiblemente vinculado a estos fenómenos de devotio[11]La situación periférica de lo germano hizo que el papel de las instituciones de clientela que cristaliza entrono a la inicios de la 2ª Edad de Hierro, conservaran mejor su facies primordial, mientras que en el propio mundo galo esta se había visto profundamente alterada (Daudigney, 1979: 166-167) por la propia evolución de aquel hacía una sociedad protourbana, la de los oppida[12] (Crumley 1974). Se ha incidido en el papel de la Edad del Hierro como periodo de transición entre una sociedad tribal basada en vínculos de parentesco y sociedades de “estado arcaico” donde cobran mayor protagonismo otro tipo de elementos -como los vínculos de dependencia- en la configuración del poder de las elites locales (Hess, 1977: 770-1).
En ese contexto el rito descrito por Tácito cobra especial énfasis pues permite observar uno de esos campos en que lo nuevo se superpone a lo anterior y aun se expresa a través de su simbolismo para evitar la disonancia. Ello nos lleva al papel que Tácito otorga al parentesco en el rito y sus relaciones con las formas de clientela.
4. Las armas y el rito: Adopción, fosterage, parentela y clientela
Tácito refiere la presencia de tres posibles categorías de sujetos como actores del ritual: el padre, un pariente o un noble sin parentesco necesario con el joven.. El hecho de que Tácito oponga la admisión en la familia a la admisión en la comunidad (civitas) tribal, parece afianzar la idea de que el joven quedaba investido en ese momento de un estatus de igualdad jurídica con su progenitor, y por tanto emancipado de aquel (Wenskus, 1961: 362). En este sentido las armas actúan como “initiation gifts” es decir objetos que durante el rito de paso actúan como símbolos que definen el nuevo status del sujeto (Lincoln 1977: 150-151) y cuya cesión por el padre al hijo supone en cierta forma la transmisión de una serie de derechos que aquel ya poseía como miembro del grupo.
Una curiosa evolución de dicho principio es la que Gregorio de Tours refiere al describir la transmisión del trono franco a Childeberto por parte de Guntramo mediante el gesto de entregarle una lanza: «Posthaec rex Gunthramus data in manu Childeberti hasta, ait, hoc est iudicuum quod tibi omne regnum deum tradidi» (Greg. Tur. Hist. Franc. VII. 33). En otras legislaciones medievales tenemos constancia de la costumbre de “regnum cum dominica hasta tradere” (Grimm, 1995:225) de igual manera que igualmente, en otras ocasiones, se da el acceso a la realeza a través de la cesión al nuevo gobernante de la espada como símbolo del gobierno sobre el territorio: «est enim consuetudo curiae, ut regna per gladium, provinciae per vexillum a principe tradantur vel recipiantur» (Grimm 1995: 230). Más allá del valor o prestigio como denotador de status y condición del sujeto se da aquí con relación al rol del arma, un segundo aspecto que prolonga su papel en el ritual hacia un nuevo campo de acción, como es el de aquellas ceremonias destinadas a expresar palpablemente abstracciones jurídicas (Chassan, 1841), relacionadas en este caso con el concepto de "sucesión" o “legitimidad”. En los que el arma no actua ya meramente como símbolo de la “acción” (símbolo activo) sino que adquiere un papel propio como expresión del poder (símbolo objetivo) (Chassan 1841: 105).
El arma y el propio ritual de cesión de la armas es utilizado, así para expresar efectivamente la transmisión –literal- del poder o de la propiedad dentro del grupo familiar o incluso la legitimidad sucesoria del sujeto en aquellos caso en que no era real (adopción), como en otras expreso la mera transmisión de la condición de adulto. No deja de ser significativo al respecto que traditio del reino franco al merovingio Childeberto se simultanease asimismo con una adopción por parte de su tío el rey. En cuanto a la presencia de otro pariente que no sea el padre puede parecer en cierta forma extraña o irregular, con respecto a este campo, pero no lo es tanto si pensamos en otra institución que nos describe Tácito: la existencia del avunculado entre los germanos, y su estrecha relación con el fosterage, que el autor romano no comprendiendo bien los tramites, expresa a través de la terminología de la “toma de rehenes” (Tac. Germ. XX. 5). La asociación de la práctica del fosterage a la presencia de un sistema familiar en el que se reconoce cierto papel a los vínculos cognaticios, aparece como una forma de refuerzo de las alianzas creadas con la unión matrimonial (Lallemand, 1988). Ello explica el papel peculiar que presentan algunos personajes en la épica germánica o céltica (Cu´Chulain, Beowulf); jóvenes héroes caracterizados como sobrinos[13] con una especial relación, con su tío, frecuentemente un rey (O´Cathasaigh 1986; Bremmer 1981). Y recuerda –también- algunos episodios trasmitidos por los historiadores clásicos, como la historia de Veloveso y Segoveso (Liv. V. 34. 1-4) sobrinos del rey de los bituriges enviados por aquel como colonizadores (Marco Simón 2000).
La sustitución del padre por un avunculo materno durante el rito constituiría, así pues, una buena forma de afianzar los vínculos afectivos y sociales creados durante el periodo de crianza, reforzando aun más si cabe el lazo de la paternidad ficticia o simbólica establecido a través de ella. Ello no se podría separar del propio rango por nacimiento de los participantes –tanto el receptor como del que era recibido-, lo cual entre sujetos de distinto origen daba lugar normalmente a relaciones de clientela como sucedía en algunos tipos de fosterage (Parkes, 2003: 763-767). En otras ocasiones –entre iguales- el parentesco por las armas se mostraría más “honorífico”, como sucede en el caso de Alboino, remitiendo a la misma lógica de la alianza que observamos en torno al parentesco. Los vínculos de “parentesco ficticio” (Waffensonschaft, Blutbruderschaft) en el caso de los aristócratas se convertía en una forma de establecer o afianzar vínculos de amistad, o alianza entre sujetos (Genzmer, 1938: 133), que en ocasiones irían de la mano de alianzas más o menos directas de linajes, sin que por ello se llegase a crear una relación de dependencia.
Un caso intermedio entre la clientela y el fosterage tradicional lo tenemos en algunos ejemplos irlandeses en los que el parentesco materno actúa como forma de dar un status jurídico a un joven que se encuentra privado por alguna razón de el, lo que lleva a una equiparación con la “protección”·ofrecida al cliente (Janski 1999: 3-13) El carácter clientelar de la paternidad por las armas derivara asimismo en ciertas formas de establecer vínculos de sumisión más allá ya del comitatus, entre nobles o reyes (Wenskus, 1961: 362). Como tempranamente Casiodoro nos muestra a través del ejemplo de la adopción de armas por parte de Teodorico de Rodvulfo, rey de los gépidos, a cambio –claro está- de este le prestase a su vez “obsequio et devotio” (Cass. Var. IV. 2). Una nueva evolución del rito tacitéo, para adaptarse a las circunstancias, que nos sitúan ya en el alba de las instituciones medievales. Un mismo rito para la época de Tácito; un mero hecho de derecho privado, ya sin consecuencias publicas (sin la “ciudadania” tribal de turno ), en el posterior mundo feudal. Dos etapas, en resumen, de la historia de una misma institución.
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Das Werden derfrühmittelalterlichen gentes. Böhlau Verlag, Colonia.
Notas:
Esta comunicación desarrolla parte de uno de los
trabajos presentados para nuestro DEA en el área de arqueología realizado bajo
la dirección del Prof. Víctor Alonso Troncoso.
[1] Snorri Sturluson (Heinskrill. II. 4) describe un
voto con sentido guerrero similar hecho por rey sueco Harald Lindo Pelo
(Genzmer, 1938: 134)
[2] Igualmente la prescripción de no entrar en el
santuario del dios supremo de los semnones sin ir atados (Tac. Germ
XXXVIII. 2-4 )
[3] El papel del banquete entre las elites germanas se
apreciaría en las tumbas de guerrero más ricas en la aparición de cuernos de
beber y vajillas de lujo. La participación de los miembros del comitatus
en el banquete podría estar indicada por tumbas más modestas (¿de miembros de
la gefolschaft)donde , junto a las armas, figuran únicamente cuernos de beber
(Hachman, 1956: 15). Sobre el papel del banquete entre los germanos y celtas
(Enright, 1996)
[4] Igual sentido del final del periodo de fosterage
para el mundo galo (Cesar BG. VI, 18.3)
[5] Un correlato arqueológico tardío de esta costumbre
en una estatuilla del cementerio sajona Finglesham (Kent) que representa a un
guerrero desnudo (Davidson 1989: 12)
[6] Dicha ausencia podría vincularse, en algunos casos,
especialmente en el de las vainas, a fenómenos de transmisión hereditaria de
las armas (Hachman 1956: 9). Lo que recuerda la escena del islandés
Cantar de Hérvor (s. XIII) en la que la protagonista va a la tumba de su padre
para exigirle al espectro de aquel la espada como herencia (Herv.
10-11), petición a la que debe acceder por la fuerza de la costumbre ( Herv.
21-23)
[7] El depósito el botín -los espolia- de un
ejército vencido que habría sido ofrecido en un ritual similar al descrito por
Orosio para los Cimbrios . (Hist. IV. 16.5-6)
[8] El carácter ligero de la falange germana o celta
deriva de que el papel de los mercenarios bárbaros fue el de tropas ligeras (peltastai)
(Gracia Alonso 2003: 74)
[9] Hachman considera arqueológicamente la influencia
lateniense un factor de aceleración de la complejidad social en la zona S. de
Germania (Hachman 1956: 16-17). Igualmente Wenskus define el proceso de
aparición de sociedades aristocráticas en esta área durante la 2ª EH como una “gallisch-westgermanische
Revolution” (Wenskus 1961: 355-360)
[10] Es significativa también la antroponimia de origen
celta entre la elite germana, como sucede en el caso el rey suevo Ariovisto
(Enright 1996: 207) o del marcomano Maroboduo (Much 1928: 32), o la serie de
antropónimos en –rik, formados por analogía con los nombre galos en -rix
[11] Inicialmente el auriga, pero un simple
guerrero después Es sugerente la comparación con el soldado de infantería que
actuaba como asistente del jinete entre los suevos de Ariovisto (Cesar B G
I. 42) o con algunas formas de combatir celtas como la trimarcisia
(Thierny 1960: 196). El sacrificio de sirvientes es citado por Cesar (B G
VI. 19).
[12] Cesar observa la dicotomía entre los galos del
pasado, miembros de una sociedad guerrera y expansiva, y los de su época:
dedicados al comercio, e incide en el relevo de los germanos en el papel de
periferia guerrera (B G. VI. 24). Crumley observa en la distribución de
los oppida galos una función de control estratégico de nudos de
comunicación y rutas comerciales (1974: 32ss, 77).
[13] El fosterage avuncular aparece citado
explícitamente en el Beowulf (Beowulf 2428-2429)